Capítulo 45
Capítulo 45
De cualquier manera, Natalie no estaba apurada.
Cuando regresó a la sala de nuevo, encontró a Leonardo solo en el amplio salón, sentado en el sofá y mirándola con los ojos entrecerrados.
Natalie no pudo evitar fruncir el ceño. Ricardo tenía tantas ganas de hacerle la barba a
Leonardo, ¿pero por qué no estaba allí ahora?
¿Dónde has estado?
Tan pronto como se pronunciaron esas palabras, la atmósfera en la sala se volvió inusualmente tensa. All text © NôvelD(r)a'ma.Org.
Lo que Natalie dijo en el jardín había estado encendiendo la ira en Leonardo.
Pensó que ella iría a pedirle disculpas, pero desde ese momento no la había visto, así que su
enojo no hizo sino aumentar.
Natalie, sin perder la compostura, tomó asiento frente a él y respondió: -Estuve platicando con mi abuela. ¿Dónde anda la demás gente?
-No tengo idea. ¿No crees que deberías aclarar lo que dijiste en el jardín?
Natalie levantó la vista para encontrarse con él, y al ver la ira en sus ojos, se enteró de que aún
estaba enfadado.
-Pues, creo que lo que dije ya fue claro. No veo qué más tengo que aclarar.
-¡Natalie!
Notando que Leonardo estaba realmente enojado, ella apretó los labios y susurró: -Hoy
venimos a cenar. No quiero pelear contigo.
Leonardo hizo una mueca. Si no quieres pelear, entonces no digas cosas que no me gustan.
-Entendido.
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Después de eso, ambos callaron y no se dijeron más palabras.
Al poco rato, Ricardo entró en la sala con una botella de vino de calidad y le dijo en tono adulador a Leonardo: –Señor Ramos, fui a la bodega y saqué un Lafite que tengo guardado por años. ¿Te gustaría una copa esta noche?
Por lo general, Leonardo, como yerno de Ricardo, debería ser quien trataría de agradar a este último.
No obstante, a él le importaba un bledo Natalie, mientras que la familia López necesitaba el apoyo del Grupo Ramos para sobrevivir, lo que llevó a la situación actual.
Natalie no sentía ningún afecto por Ricardo, así que se limitó a mirarlo fríamente.
-Lo siento, pero creo que no puedo. Vine en mi auto hoy.
Ricardo se apresuró a añadir: —¡Eso no importa! Podré mandar a un chofer para que los lleve a casa, o ustedes dos podrán quedarse aquí esta noche.
Pasados varios segundos de silencio, Leonardo pensó de repente en algo y asintió. Está bien.
En poco tiempo, los sirvientes prepararon la cena y uno de ellos fue a la sala para avisar a todos
a comer.
Nadie sabía que si intencionado o no, pero Ricardo acomodó a Matilda a la izquierda de
Leonardo y a Natalie a la derecha.
Durante la cena, Matilda le servía comida de vez en cuando al ver que Leonardo estaba
bebiendo.
-Leo, estas son tus costillas favoritas.
-Leo, nuestro casero sabe hacer una salsa mole deliciosa. Vamos, prueba un poco.
-Leo…
Ella no dejaba de hablar con Leonardo como si estuviera incansable.
Natalie, en lugar de molestarse, observó a los dos con una sonrisa juguetona. La mirada que Matilda fijaba en Leonardo estaba llena de amor, hasta tal punto en que Natalie no pudo evitar a suponer que, si no estuvieran rodeado’s de tanta gente, sin duda ella se abalanzaría sobre él.
Mientras imaginaba esa escena, Leonardo de repente le ofreció un trozo de carne asada.
-Debes comer más. Estás demasiado delgada y me resulta incómodo abrazarte.
Ante eso, todas las vistas en la mesa se posaron en Natalie.
Especialmente las de Matilda, qué clavaban en ella con un frío que parecía querer devorarla.