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Capítulo 69



Capitulo 69

Nadie esperaba que Amanda desapareciera así, sin dejar rastro por casi veinte años.

Durante todo este tiempo, Amanda fue como una espina clavada en el corazón de la familia. No importaba quién, sl surgia el más mínimo rumor sobre ella, aunque estuviera al otro lado del mundo, no dudarían en ir de Inmediato a verificarlo.

Lorenzo lo haría, Manuel también y sus padres no eran la excepción.

“Cuidate mucho en el camino y llámame cuando llegues”, le dijo Lorenzo, resignado a no poder detenerlo y luego, pensando en Fabiana, añadió una advertencia, “Ella puede haber cambiado desde que era una niña.”

“¡Bah! Tú también has cambiado desde que eras un crio, ¿qué más da?” Manuel interrumpió antes de que terminara, “Ya, suficiente, tengo que colgar. Necesito que Álex me ayude a empacar”

Y colgó antes de que su nieto pudiera responder.

Lorenzo se quedó escuchando el tono de la llamada terminada, sonrió con resignación y su mente se llenó de recuerdos de cuando conoció a Fabiana, cuya personalidad parecia diferente a la de la Amanda de su infancia. Pero apenas se acababan de conocer, así que no podia juzgarla objetivamente.

Miró su reloj y calculó el tiempo que le tomaría llegar a la universidad. Todavia podía alcanzar a Fabiana después de clases.

Así que levantó la mano y paró un taxi.

La clase aún estaba en sesión.

El profesor estaba en el podio hablando sobre mecánica de estructuras, pasando diapositivas en la presentación de PPT y haciendo preguntas aquí y allá, mientras los estudiantes prestaban atención para no distraerse.

Amelia escuchaba atentamente, tomando notas. Su tumulto de emociones se había calmado con el desarrollo de la clase, pero todavía estaba algo distraída. La imagen de Lorenzo en el ascensor volvía a su mente, seguida por la expresión cambiante del hombre al ver a Fabiana y cómo agarró su brazo, preguntándole de dónde había sacado la pulsera. Las escenas se mezclaban con el momento en que Dorian se distrajo al ver la misma pulsera en Fabiana. Las imagenes confundían a Amelia.

Cuando sonó el timbre para el final de la clase, todavía no había podido liberarse por completo de esas imágenes.

No sabía por qué se preocupaba por todo eso. Era una extraña sensación; ella era una espectadora, nada de esto tenía que ver con ella, pero de repente se vio arrastrada al centro del drama, como un personaje secundario observando a los protagonistas convertirse en el centro de atención.

No le gustaba esa sensación.

No le desagradaba Fabiana, pero al verse obligada a presenciar cómo se transformaba paso a paso en Amanda, sentía

resistencia.

No sabía si era una sensación de soledad comparando sus propias experiencias de vida con las de los demás o si era porque el nombre ‘Amanda’ tenía un significado diferente en su matrimonio. Ella no debería tener que enfrentar todo

eso.

Ya se había divorciado de Dorian, había renunciado voluntariamente a todo lo relacionado con él. Si no fuera por el embarazo inesperado, probablemente nunca más tendría que cruzarse con Dorian, ni enfrentarse a todo lo relacionado con Amanda.

Inconscientemente, su mano tocó su vientre.

El dilema de mantener o no al bebé, que no había tenido tiempo de considerar estos días, volvió a su mente.

Sabia que si dejaba al bebé, todos los problemas y preocupaciones desaparecerían.

Su vida volvería a la normalidad.

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Solo necesitaba tomar la decisión.

Solo si pudiera….

“Oye” Una mano cayó repentinamente en su hombro, interrumpiendo sus pensamientos.

Se giró y el bonito rostro de Fabiana estaba justo frente a ella.

“¿En qué piensas que estás tan absorta?”, preguntó la chica, sentándose a su lado como si la conociera de toda la vida. “Solo cosas de la tarea”, respondió Amelia con una sonrisa, siguiéndole la corriente. Observó cómo Fabiana se sentabal y la pulsera en su muñeca se asomó con su movimiento.

Amella no podia evitar fijar su mirada en aquella pulsera de cuentas que colgaba de la muñeca de Fabiana, Una sensación de desconcierto familiar brotaba dentro de ella.

La chica notó hacia donde se dirigían sus ojos y le preguntó con curiosidad: “¿Qué pasa?”

Mientras movía la pulsera, dijo: “¿También lo has visto antes?”

Amelia vaciló antes de responder con un ligero movimiento de cabeza: “No, no lo he visto antes.”

Pero la pulsera parecia tener un hechizo, atrapando su atención firmemente, despertando el impulso de acercarse, de

mirarlo aún más de cerca.

Amelia no entendia por qué sentía esa necesidad, que incluso iba más allá de la razón, hasta que se escuchó a sí misma pidiendo con voz indecisa: “Esa pulsera, ¿puedo echarle un vistazo?”

Fabiana la miró extrañada, pero rápidamente se quitó la pulsera y dijo: “Claro que sí.”

Y luego se lo entregó: “Toma.”

Amelia extendió su mano con vacilación y cuando Fabiana soltó la pulsera, cayó suavemente en la palma de su mano. Al contacto con la pulsera, Amelia se sobresaltó levemente y luego lentamente dirigió su mirada hacia él, observándolo detenidamente por un momento antes de tomarlo y acariciar con la yema de sus dedos el pequeño ángel tallado en una de las cuentas. La sensación de vacío en su interior se intensificaba, sus dedos parecían tener voluntad propia y se detuvieron debajo de la tercera cuenta, donde descubrieron un pequeño cascabel oculto. Las letras infantiles “AM” también aparecieron ante sus ojos y Amelia se sobresaltó de nuevo, tocando las letras con vacilación, como si algo la quemara, su expresión se volvió aún más distante.

Fabiana no percibió el desconcierto de Amelia y expresó su sorpresa: “Eh, ¿cómo sabías que había letras aquí? Yo solo las descubrí por casualidad cuando creci.”

Dorian, que justo había llegado a la puerta del aula, escuchó con claridad la sorpresa en la voz de Fabiana.

Se detuvo en seco y miró hacia Amelia, quien seguía absorta en la pulsera.


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