Diario de una Esposa Traicionada por Rocio H. Gómez

Capítulo 405



Capítulo 405 

La brisa era refrescante y muy cómoda, perfecta para el verano. Era evidente que Rosa era una persona que valoraba mucho la calidad de vida. No pasó mucho tiempo antes de que la puerta del dormitorio se abriera desde adentro, y Rosa apareció, vestida con un simple vestido largo de seda. Definitivamente era una estrella perenne en el mando del entretenimiento. Se veia aún más elegante y hermosa en persona que en los videos y fotos que había visto en línea; era difícil encontrar rastros del paso del tiempo en ella. A sus cincuenta, seguia siendo una gran estrella de belleza deslumbrante, absolutamente impresionante. 

*Señora Yáñez.” Me levanté sonriendo para saludar. 

Leticia también se puso de pie y’elogió sinceramente: “¡Señora Yáñez, verla en persona es mucho mejor que cualquier cosa que haya escuchado! Las fotos de los medios no le hacen justicia a su belleza.” 

Rosa no mostró ninguna pretensión y hasta bromeó con lo que dijo Leticia. Con la ayuda de su asistente, pudo distinguir entre Leticia y yo. 

Camino hacia nosotras con sus zapatillas, sus labios rojos se curvaron ligeramente al decir: “¿Por qué están de pie? Siéntense, hablemos sentadas.” 

Me tomó del brazo y empezó a hablar sin parar: “Ese modelo que presentaste la semana pasada en el desfile, me encantó, nunca hubiera imaginado que la diseñadora en persona fuera tan joven.” 

Me senti un poco avergonzada y sonreí: “Si te gusta ese modelo, podría traerlo de Francia para ti.” 

“¿En serio? Mi agente intentó contactarte antes, pero nos dijeron que de momento no estaban dispuestos a prestarlo.” Aseguró ella. 

Ese modelo, mi mentor no quería prestarlo. Sin embargo, sentía una buena impresión hacia Rosa. Le expliqué: 

“Es verdad. Ese modelo, en los ojos de mi mentor, es como mi obra de graduación, por eso es tan preciado y no quiere prestarlo. Pero, yo también puedo decidir sobre mis propias obras.* 

No, eso no estará bien. Rosa no aceptó, diciendo suavemente: Si tiene un significado especial, entonces debería ser conservado como una colección. El hecho de que nos hayan ofrecido una plaza exclusiva ya es bastante bueno.” 

“Está bien entonces. Escuché a tu asistente decir que esta vez estás buscando un vestido de gala, ¿es así?” Pregunté. 

Ella sonrió ligeramente mientras afirmaba: “Correcto. Ahora tienes fama internacional, pero en el país, te falta un empujón. A mí, me encantan tus diseños, y justo puedo proporcionarte esa oportunidad, sería beneficioso para ambas.” 

En cada gesto, no había ni un ápice de arrogancia, haciendo que la conversación fuera muy cómoda. La conversación que siguió fue aún más fluida. Casi al finalizar nuestra charla, ya tenía una idea preliminar del diseño en mi cabeza. No era que tuviera demasiadas inspiraciones, sino que Rosa era tan deslumbrante que podía inspirar a cualquiera. 

Leticia y yo nos despedimos, y Rosa, al ver la hora, también se levantó: “Esta noche tengo una cena aquí abajo, puedo acompañarlas a salir.” 

Al salir con una gran estrella, uno recibe todo tipo de miradas curiosas. Pero Rosa ya estaba acostumbrada, saludaba con la cabeza, sonreía cortésmente y rechazaba las fotos. 

Al salir del ascensor, Rosa iba al frente y de repente, se detuvo y saludó familiarmente: “Presidente Montes, eres muy puntual.” 

“Yáñez, no quisiera retrasar tu agenda.” Le respondieron. 

La humildad venía de alguien más joven. Sin embargo, esa voz fría y sombría me hizo tensar todo el cuerpo. Dos años después, Isaac parecía casi igual, solo que sus rasgos faciales se habían vuelto más definidos, exudando una fuerte presencia de liderazgo. 

Sin tiempo de reaccionar, Rosa se giró hacia mí, presentándome entusiastamente: Ah, déjenme presentarles, por si en el futuro tienen la oportunidad de colaborar. Este es el dueño de Ventana del Mundo, Isaac Montes.” 

Apreté mi puño, levanté la vista con calma y encontré sus ojos oscuros, extendiendo la mano, dije distante: “Presidente Montes, he oído mucho sobre usted.” 

Justo cuando Rosa iba a presentar mi identidad, Isaac me miró fijamente y estrechó mi mano diciendo: 

Señora Montes, tanto tiempo sin vernos.” All content © N/.ôvel/Dr/ama.Org.


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