Capítulo 201
Capítulo 201: Súplicas
Incluso ahora, Noah conservaba una tenue esperanza. Pero la realidad no dejaba espacio para
ilusiones.
Santiago soltó una risa fría. Noah, con la cabeza cubierta, no podía ver la expresión de Don Mendoza, pero el silencio que siguió a esa risa helada elevó su terror al máximo.
De repente recordó: en los registros civiles, los detalles sobre la esposa de Valentina eran
escasos.
¿Quién podría lograr que incluso los registros ocultaran información?
Probablemente solo Don Mendoza.
Al pensar en lo que había hecho a Valentina, Noah sintió como si una espada colgara sobre su cabeza, lista para caer en cualquier momento.
-Tío… me equivoqué, fui yo, no debí codiciar a Valent…
Noah iba a decir el nombre de Valentina, pero algo le hizo cambiar de idea:
-A la tía… sí, no debí albergar deseos impuros hacia la tía.
Con esto, Noah intentaba recordarle a Don Mendoza la relación entre la familia Rodríguez y la Corporación Mendoza, esperando que eso le salvara.
Pero ¿cómo podría Santiago perdonarlo?
Las imágenes que había visto en la cámara vinieron a su mente y, sin piedad, Santiago pisó el rostro de Noah, aplastándolo sin remordimientos.
-Si sabías que no debías codiciar, ¿por qué seguías pensando en ella? -la voz de Santiago era
fría como el hielo.
Los dientes de Noah castañeaban de dolor.
-No… no me atreveré más, nunca más…
-¿No te atreverás más? Me parece que aún no has aprendido la lección. Quizás…
La mirada de Santiago se posó en las manos de Noah, encontrándolas particularmente irritantes.
Tras una breve pausa, preguntó con falsa consideración:
-¿Qué tal si las cortamos?
¿Cortarlas?
-No, no… -Noah casi aullaba suplicando,
¡Si le cortaban las manos, su vida estaría arruinada!
-Tío, lo recordaré, te lo prometo, cree en mí esta vez… Si me dejas ir, cada vez que vea a la Tia,
me alejaré, lo recordaré siempre…
Noah estaba casi llorando. Lágrimas y mocos corrían por su rostro,
Santiago, con desdén en los ojos, dijo:
-Noah, tranquilo, te encontraré un buen lugar. Y en cuanto a la familia Rodríguez, también me
ocuparé de ellos…
Dicho esto, Santiago pareció cansado de mirar a Noah, Echó un vistazo a su reloj, ya eran las siete de la mañana y debía apresurarse a volver a estar con Valentina. Retiró fríamente su pie y se alejó.
Dylan lo siguió de inmediato, y la extraña calma volvió al barco, solo se escuchaba el sonido del agua bajo él.
Noah, encogido, pensaba que Don Mendoza lo dejaria ir después de golpearlo hasta dejarlo medio muerto. Pero aparte de lastimar su mano y pisotear su rostro, no había hecho más.
Las palabras de Santiago antes de irse resonaban en su mente:
«Te encontraré un buen lugar, y a la familia Rodríguez… también me ocuparé de ellos…>>
Ya no podía preocuparse por la familia Rodríguez, solo le aterraba pensar en ese «buen lugar» que mencionó su tío.
Un rato después, alguien más entró.
-¿Quién es? ¿Quién está ahí? -Noah se alarmó de repente.
Pero nadie le respondió. Dos personas lo levantaron del suelo y lo arrastraron hacia fuera.
-¿Son hombres de mi tío? ¿A dónde me llevan? -Noah preguntaba ansiosamente.
Nadie respondió.
Fue arrastrado a un coche que aceleró durante un tiempo antes de detenerse. Noah no se atrevió a relajarse durante el viaje. Cuando el coche se detuvo, lo sacaron y pareció entrar en algún lugar.
Quiso preguntar, pero un choque eléctrico recorrió su cuerpo y en un instante, quedó
214
inconsciente.
+15 BONOS
Santiago regresó a Villa de Los Pinares, Valentina aún dormía.
En la Villa Lancaster, Luna se levantó temprano, y sin tiempo para desayunar, entró al cuarto de Aitana.
-Aitana, ¿hay noticias del señor Rodríguez? -Luna despertó a Aitana.
Aitana quería seguir durmiendo, pero pensando en el drama que se avecinaba, estaba demasiado emocionada para dormir.
Tomó el teléfono de la mesita y llamó a Noah.
En algún hotel, el teléfono sonó sin cesar, pero nadie respondió.
-¿Qué pasa? -Aitana frunció el ceño, pero pronto sonrió maliciosamente, pensando que Noah, agotado por la noche anterior, aún debía estar durmiendo.
-Aitana, ¿no habrá algún problema?
Preguntó Luna con un atisbo de preocupación en sus ojos. Valentina siempre había sido inteligente y afortunada, ¿y si…? Antes de que pudiera terminar ese pensamiento, Aitana respondió despreocupadamente.
-¿Qué prisa hay? ¿Qué podría salir mal? Anoche viste tú misma cómo Noah se llevó a Valentina.
Noah, en su intento de ascender en la familia Valenzuela, no se detendría ante nada. Aunque Valentina fuera astuta, en esa situación, poco podría aprovechar… a menos que… Alonso y don Mendoza…
Al pensar en estos dos, Aitana entrecerró los ojos y llamó inmediatamente a Lucía para sondear el paradero de Alonso. Lucía, que acababa de ayudar a Alonso a salvar a don Raúl, le dijo:
-Está conmigo, ¿qué pasa? -Aitana suspiró aliviada.
Sin la amenaza de Alonso, solo quedaba don Mendoza… Estaba a punto de preguntarle a Lucía si sabía dónde estaba don Mendoza, cuando de repente se escuchó un alboroto abajo.
-No, no es nada, señorita Valenzuela, tengo que colgar, adiós.
-Aitana colgó rápidamente y se levantó de la cama de un salto.
Antes de que pudiera cambiarse, Alicia irrumpió en la habitación.
-Aitana…
+16 BONOS
-¡Que Aitana entregue a la persona! -gritaban desde abajo,
Reconoció la voz: era doña Lucinda. ¿Qué hacía ella allí? ¿A quién debía entregar? Aitana estaba muy descontenta con doña Lucinda, quien siempre la había mirado por encima del hombro y la había relegado al polvo. Algún día, haría que esa vieja se arrepintiera. Pero por ahora, tenía que mantener su fachada de dama gentil y refinada. Con una mirada tranquilizadora a Alicia,
preocupada, Aitana salió de la habitación.
-Abuela Lucinda, ¿qué asunto tan urgente te trae por aquí a estas horas? -preguntó Aitana, bajando las escaleras.
Apareció en su camisón blanco, lo que realzaba aún más su inocente belleza, doña Lucinda detestaba precisamente esa apariencia. La fingida pureza de esa mujer delante de ella le resultaba repugnante, capaz solo de engañar a su nieto. La identidad de Aitana no era digna de
su atención. Text © by N0ve/lDrama.Org.
-¿Dónde está Noah? ¿Dónde lo has escondido? -preguntó doña Lucinda con frialdad.
Si no fuera por Noah, ni siquiera se molestaría en mirar a Aitana.
La aversión de doña Lucinda era evidente para Aitana, y por alguna razón, no quería soportar su
desprecio.
-Doña Lucinda, no digas tonterías. ¿Cómo podría yo esconder al señor Rodríguez? Doña Lucinda, si quieres ascender en la familia Valenzuela, deberías buscar a Valentina, a la familia Valenzuela, ¿pero a mí? ¡Yo no soy nadie para el señor Rodríguez!
El recuerdo de la humillación de romper su compromiso la perseguía toda su vida. Pero antes de que Aitana pudiera terminar su frase, un fuerte bofetón golpeó su rostro. El sonido del golpe, seguido por un grito de dolor de Aitana, resonó en el aire.