Capitulo 116
Capitulo 116
Capitulo 116
Entre más sentia Anastasia que lo descaba de manera fisica, más sentia cómo su preocupación increme ntaba dentro de su pecho.
CM
¿Como podria estar interesada en el hombre de Helen? Ella no podia alejarlo sin importar cuanto empujara, por lo que tuvo que mencar su cuerpo para poder salir de su agarre; él jadeó un poco cuando sostuvo los brazos d e Anastasia sobre su cabeza, pues él estaba un poco frustrado por su resistencia,
– ¿No te gusta esto, Anastasia?
–Que hay de agradar en esto? ¿Te gustaría que alguien te besara por la fuerza? – Ella lo quito de encima con un empujón lleno de enojo–. Deja de tocarme. Voy a llamar a la policia si lo vuelves a hacer
Elias entrecerró los ojos.
Yo sé que sentí como su cuerpo recibía con gusto como la tocaba, así que estoy seguro de que ella siente algo por mí». No obstante, Anastasia tenía un aspecto claramente distinto y a menazante en sus ojos.
– ¿Dónde está el cuarto de huéspedes? Me gustaría dormir un poco más – le dijo.
– Puedes dormir en el dormitorio principal — le respondió.
–Yo no quiero dormir en tu cama – le dijo con un tono lleno de desdén. Elías estaba fastidiado por lo que parecía un sinfín de peticiones.
– Hay cuartos para huéspedes en el tercer piso, puedes escoger uno para ti. — Después de eso, Anastasi a llevó su bolsa y su teléfono hacia el tercer piso, en donde eligió un cuarto de huéspedes y cerró la pue rta para poder acostarse en la cama. Por alguna razón, ella no podía dejar de pensar en lo que pasó hace unos momentos. Text © owned by NôvelDrama.Org.
«Será que soy una masoquista y no lo sé? ¿En verdad si quiero que él me haga cosas?». Ella se dio un as palmadas en la cabeza para hacer que dejara de pensar demasiado las cosas y tomó la decisión de que lo primero que haría en la mañana sería irse de la casa.
El despertador de Anastasia estaba programado para las 7:30 de la mañana y ella se talló sus ojos medi o abiertos mientras salía de la cama cuando amaneció; se lavó la cara con un poco de agua y luego llevó su bolsa consigo hacia el piso de abajo. Ell a ya no quería molestar a Elias, por lo que decidió irse por su cuenta. Ya afuera del chalé, quedó demasi ado estupefacta por unos instantes como para moverse, pues la residencia estaba ubicada en la cima d e una colina y era una caminata de un poco más de 6 kilómetros de ahí hasta el pie de la colina. iTendrí a que caminar por una hora!
En el preciso momento que ella decidió empezar su largo trayecto hasta el final de la colina, escuchó que las puertas metálicas se abrían a sus espaldas y salió c on lentitud un auto negro de la casa.
«¿Desde cuándo que estaba despierto?». Anastasia estaba sorprendida cuando Elías bajó las ventanas .
–Entra – le dijo sin siquiera mirarla. Ella no quería entrar al auto cuando percibió el aura gelida y arrogante que e manaba del hombre; sin embargo, cuando pensó en la caminata de una hora para bajar la colina, se mo
rdió su labio y se obligó a entrar al auto. El vehículo aceleró colina abajo y Anastasia sintió como si su c orazón estuviera a punto de salirse de su pecho.
«¿Acaso cree que está piloteando un avión?». Anastasia intentó detener al hombre cuando llegaron a la carretera principal al pie de la colina.
–Me puede dejar aqui, presidente Palomares. — Pero el hombre no dejó de conducir, pues continuó por la dirección de la carretera que llevaba a su casa ; pudo ver que el tenia la intención de llevarla a casa, por lo que no le quedó más opción que quedarse en el auto. Ellos llegaron al área donde estaban las casas, asi que ella le agradeció con cortesía antes de bajarse del vehículo y caminar hacia la entrada de su unidad residen cial. Tan pronto como ella entró por la puerta principal, se topó cara a cara con su abuelo e hijo que cami naban sujetos de la mano. Alejandro estaba vestido de manera impecable con su uniforme de la escuela y el pequeño niño estaba contento de verla en casa.
–¡Volviste, mami! – Franco pudo ver lo cansada que parecía.
–Puedes quedarte en casa para que descanses, yo me llevaré a Alejandro a la escuela – le ofreció.
–De acuerdo. Perdón por la molestia, papá. – Anastasia le dio unas palmadas a su hijo en la cabeza–. Sé un buen niño, de acuerdo?
–Yo siempre soy bueno, mami – asintió Alejandro con consideración para luego sostener la mano de su abuelo y tomó su camino hacia el
Anastasia sintió como toda la tensión que había acumulado abandonaba su cuerpo cuando llegó a casa; un poco antes de ir a las oficinas en la tarde.
Eran las 11:00 de la mañana cuando fue despertada de su siesta por su celular.
–¿Hola? –respondió con una voz apagada.
–¿Te sientes bien, Anastasia? —preguntó Miguel con preocupación.
–Estoy bien.
–Entonces, ¿por qué no estás en la oficina? – le volvió a preguntar.
–Me tomé la mitad del día, así que estoy en casa en este momento. ¿Ocurre algo? – ella le preguntó.
– Hablaré contigo más tarde, en ese caso. Deberías descansar un poco, pero también tengo un regalo dijo con un tono revuelto de misterio. Después de que ella terminara la llamada, reviso la hora para ver que ya casi eran las 11:30 de la mañana, así que se apresuró para darse una ducha p